En la vereda Mortiñal del municipio de Fómeque nos encontrábamos celebrando la llegada de la lluvia, entre ellos el turpial (Icterus chrysater) quien entonó sus melodías bajo las gotas que caían anunciando la época de la siembra.

Con alegría iniciamos la siembra del maíz.

Seguridad alimentaria
Esto es un encuentro con nuestro pasado, con nuestras raíces, permitiéndonos mantener vivo el legado de una herencia recibida de nuestros abuelos, para nuestra seguridad alimentaria, donde los alimentos que se cosecharán tendrán un sentir de prosperidad y abundancia.

Esta época coincide con un momento de fertilidad natural, donde la montañas reverdecen sobre la cordillera oriental de los andes, en nuestro caso, a 2.200 msnm. Son las orquídeas de cuaresma (Comparettia macroplectron) las que engalanan de belleza los caminos rurales, cuando penden de arrayanes indicando a quienes los transitan, que están recorriendo los senderos del paraíso.
Hemos aprendido de generación en generación el proceso de cultivar, de poner nuestras manos y corazón en acción para poner los polos a tierra. La siembra es poner allí las semillas que nacerán pronto después de unas cortas lluvias, dando paso a la esperanza de la vida.

Logramos arar la tierra después de unos días de espera, justo en el día perfecto, cuando la tierra ha sido mojada por la lluvia. Una vez pasado el arado, sentimos el calor de la tierra, como una muestra de fertilidad, entendimos que estaba lista, para acoger la semilla que germinará en su regazo.
Este proceso es una juntanza de hermandad entre los vecinos, en esta oportunidad estuvo don Luis Antonio, un abuelo de 75 años, quien con su bordón (de 100 años) penetra la tierra con la punta de lanza. El abuelo con su gran experiencia y carisma, va marcandonos los surcos y a su paso va poniendo semilla a semilla. Aprovechamos su presencia para que nos enseñará y recordara el proceso de siembra, para que nuestros hijos y visitantes lo aprendieran. El surco fue la escuela y don Luis el maestro, que con su amor y sabiduría fue transmitiendo su conocimiento.
La semilla la habíamos escogido días atrás, mediante un proceso heredado de los abuelos que la salvaguardan milenariamente. Conservando el maíz seco con su acua o amero original. Luego de abrirlo, se seleccionaron los más fuertes y vigorosos, es decir los que no fueron afectados por insectos o bichos, así es que los que se han mantenido sanos y fuertes fueron los seleccionados para semilla. El abuelo Porfirio Casallas, bajó cargando a sus espaldas (que ya cuentan con 75 años de existencia) el bulto de maíz que había guardado sobre el horno de leña, el cual humeó por varios meses, protegiendo nuestro oro blanco en forma de grano.

Los granos sanos los desgranamos, primero los ubicados en el extremo de la tusa los cuales salen de la selección ya que su forma es pequeña o no están unifromes y luego los del centro que son ideales para luego sembrarlos. Un 70% aproximadamente de cada maíz sirvió para la siembra.
Fue un día intenso y agotador físicamente, pero vivas para revalidar nuestra existencia en el territorio. Además de sembrar y salvaguardar la semilla, también hubo espacio para el humor.
Enseñanza: Hay esperanza
Autora: Yaqueline Casallas Arévalo
Contacto: ladoloresdelcampo@gmail.com
Fecha 19/marzo/2023
Un comentario en “LA SIEMBRA DEL MAIZ”